Hermano Obama:
Al principio de su elección como presidente de los Estados Unidos de América recibió el Premio Nobel de la Paz, hoy por hoy, el máximo galardón que se concede a los que han destacado en la lucha para una buena convivencia entre los hombres de todo el mundo. Cuando se producía la entrega del premio, los que observamos los asuntos humanitarios del mundo reflexionamos sobre el hecho de que el mismo se le concedía antes de cometer cualquier error que lo empañe, y muchísimo antes de atesorar otros méritos que no sean los ganados en su anterior ejercicio de hombre público dedicado a su pueblo.
Si todavía no conoce las profundas razones por las que le concedieron aquel premio, le tenemos que recordar que es un reconocimiento a la lucha de los negros para ganar su consideración humana frente a los blancos que negaban aquella condición, lucha larguísima llevada a cabo por generaciones de hombres cuyos anhelos más profundos fueron expresados emotivamente por el pastor Luther King en su sueño, el sueño de todos los negros con quienes luchaba. Han pasado muchos años, hermano, y hoy podemos decir que no solamente los negros son pisoteados por los blancos, sino que, basada en una realidad que ya es tenida por un axioma, la capacidad de los hombres en dividirse entre opresores y oprimidos es infinita. Y este axioma tiene un doloroso ejemplo en la República de Guinea Ecuatorial.
Hermano Obama, el simple hecho de ser galardonado con el Nobel de la Paz le impide ignorar que en Guinea ocurren muchas atrocidades injustificables si se asocian todos los elementos. No debería ignorar que hace unos años, siete cadáveres de negroafricanos fueron encontrados en un vertedero de Bata sin que se supiera las circunstancias de su muerte y las órdenes recibidas por los testigos para que dichos cuerpos tuvieran aquel final. Transcendió que los locutores que hablaron del caso fueron castigados, la prueba de que desde el poder se impuso el silencio. Eran africanos de raza negra que entraron por nuestra frontera en busca de una vida mejor. Y podrían haberla encontrado de no ser por la interposición del hado infeliz que propició aquel desenlace macabro. Pero sabrá pronto que el hado infeliz no es el azar.
Su estado de galardonado le impide desconocer que el régimen que gobierna en Guinea utiliza a personas adolescentes en los cuerpos de seguridad, pero una elección desafortunada por la juventud de los muchachos, susceptibles de ser condicionados por el mal debido al rigor extremo de la presión a la que son sometidos y a la dureza de la disciplina de los instructores israelíes, ciudadanos de un país aliado del que preside. Y es que condicionaría la trayectoria humana de un adolescente si pudiera, sin razón aparente, matar de cuatro tiros a bocajarro al ciudadano con quien discutiera por una cuestión trivial. Y esto pasa en nuestro país, hermano Obama, sin ninguna guerra declarada de bandos enfrentados. Los testimonios de la irracionalidad de los muchachos armados son muchos, y parte de los mismos son recogidos en un informe que sus emisarios le tendrían que haber hecho llegar.
Su estado le impide desconocer que en Guinea rige una camarilla dictatorial que no solamente mantiene a sus conciudadanos en la pobreza, sino que viola sus derechos y le impide el goce de las libertades mínimas. Este mismo estado de galardonado le impide saber que dicha camarilla lleva tres décadas en poder, y sin muestras de que quiera permitir un ejercicio mínimo de democracia política.
Si esta situación desastrosa ya apela a su estado de galardonado con el más alto grado de humanismo, clama al cielo que la misma contara con la complicidad de ciudadanos e instituciones de su país, el país que es actualmente la primera potencia mundial, englobada esta complicidad en aspectos económicos, políticos y estratégicos. Si no esperábamos su inacción por el estado en que creíamos que no tomaba parte, es doloroso reconocer que tiene sus manos en la historia del dolor de la república de Guinea Ecuatorial.
Y si esto ocurre, le diremos que su silencio no es por la posibilidad del control del flujo de hidrocarburos que fluye de nuestro subsuelo. Es una falacia que no tiene ninguna justificación. Es decir, no se calla por lo que pasa en Guinea porque se aprovecha de nuestro petróleo. Es una falacia propagada con intereses ocultos. Si la nación más poderosa del mundo se escuda en el aprovechamiento de los recursos de un pequeño país africano para permitir que su clase dirigente sojuzgue a su población manteniéndola en la perenne irracionalidad, tenemos que aportar a la luz pública la mendacidad de este argumento, pues es sabido que uno de Ios aliados de esta potencia, Israel, no solamente participa en la preparación de las mencionadas fuerzas de élite, sino proporciona armamento a nuestro país, embolsando suculentos beneficios a costa de la miseria de los ciudadanos de un país que no tendría razones para requerir equipo bélico de no ser por la rapiña desatada por los dirigentes, que se vuelven temerosos de que cualquiera imponga la justicia y paguen por sus males.
Hermano Obama, el apoyo que recibe Teodoro Obiang no es por las facilidades de rentabilizar las relaciones económicas, pues el petróleo guineano no es un patrimonio de la familia de Obiang. Si todavía no encuentran razones para dicha protección, pondremos a la luz pública el hecho de que la camarilla puede ser vapuleada con un gesto bélico mínimo del ejército del país que usted dirige. ¿Qué sentido tiene escudarse en falsas razones para sostener esta maldad que se comete en Guinea si las fuerzas militares de su país le dan protección? ¿Qué sentido tiene, hermano Obama, que del dinero que le pagáis a nuestro presidente sacáis una porción superior a la que destina anualmente a la educación con el propósito de darle mejor imagen que la que tiene por secuestrar nuestras vidas? Eso se lee hoy, hermano Obama, en los medios de comunicación de su país. No tenéis ninguna excusa.
Le llamo hermano, señor Obama, porque en sus venas corre sangre africana, y quizá una sangre hermana de la que corre por las venas de muchos ciudadanos de Guinea Ecuatorial. Y le diré, señor Obama, que los negros ya pagaron con su vida el despliegue industrial y el bienestar de los Estados Unidos de América. Ya no tenemos deudas que saldar. Ya hicimos nuestra dolorosa ofrenda al bienestar de los blancos cuando nuestros antepadres fueron capturados para ser llevados a destinos ignotos. Como se dice en el lenguaje bíblico, ya no tenemos otra mejilla que poner.
Guinea Ecuatorial es un país pequeño, insignificante para los propósitos de la geoestrategia política del mundo, pero nuestras vidas pequeñas no deben ser vividas por otros en nuestro nombre. Queremos, ahora que podemos, encontrar los elementos para hacer de nuestro sitio pequeño un lugar para vivir. No pondremos objeción a la legalidad de los montos millonarios que nuestro presidente tiene en vuestros bancos. Ni será posible que los millones desembolsados en la adquisición de bienes lejanos sean devueltos a nuestro país, pero es doblemente doloroso, hermano Obama, que sea testigo de nuestra dolorosa historia y que siga creyendo que el premio que os fue concedido es para contentar a los que escriben la Historia.
Nuestro país es pequeño y tiene una voz débil, esta voz que alguna vez he intentado que sea escuchada. Pero si perdiera la vida en este intento por hacer que se escuche nuestra voz, lo haré con la convicción de que nunca pedí ninguna quimera ni nada que no pudiera ser alcanzada por la comunidad de los hombres que atestiguan nuestra trágica existencia.
Juan Tomás Ávila Laurel/fronterad.com
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